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«Más tarde, cuando conocimos la Huaca Juliana, nos olvidamos del mar.
La huaca estaba para nosotros cargada de misterio.
Era una ciudad muerta, una ciudad para los muertos.
Nunca nos atrevimos a esperar en ella el atardecer.
Bajo la luz del sol era acogedora y nosotros conocíamos sus terraplenes
y el sabor de su tierra, donde se encontraban pedazos de alfarería.
A la hora del crepúsculo, sin embargo, cobraba un aspecto triste,
parecía enfermarse y nosotros huíamos, despavoridos, por sus faldas.»
Los eucaliptos, Julio Ramón Ribeyro
Las huacas de Lima son edificios de edades ancestrales: restos arqueológicos de construcciones de impronta prehispánica que la desidia vecinal limeña no ha logrado destruir a pesar de tanta modernidad citadina. Las hay por todas partes, imposible viajar un buen rato en auto por Lima y no toparse con alguna. El material con el que generalmente fueron construidas es el adobe, frente al cual las escasas lluvias y la fina garúa limeñas poco poder destructivo han tenido; no obstante, el corazón con que los habitantes de mi ciudad las miran y protegen es bien diferenciado.
Me viene ahora a la memoria haber visto una huaca que era utilizada como campo de fulbito en algún distrito popular de la ciudad a mediados de los ochenta. También recuerdo una huaca que servía de fumadero para drogadictos, pero que hoy es un sitio oficialmente protegido, la Huaca Mateo Salado, convertida en símbolo patrimonial de la institución educativa que colinda con ella. Muy cerca de ahí, en el área misma que ocupa el zoológico de Lima, llamado Parque de las Leyendas, se encontraban otras viejas huacas a medio desenterrar, las cuales, para provecho y felicidad de los visitantes de hoy, están ahora muy bien restauradas y estudiadas: algunas llegan a los dos mil años de antigüedad y otras, al parecer, son del último tiempo de los incas, constituyendo todas en su conjunto el Complejo Arqueológico Maranga. >>
Texto completo publicado (noviembre 2020) en:
OTROLUNES – Revista Hispanoamericana de Cultura, nr. 57, año 14
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Imagen: Foto de Huaca Mateo Salado, desde el colegio que colinda con ella (IE 1021), Lima.