«La estética de la pobreza es un planteamiento político»
Oswaldo Reynoso (Arequipa, 1931) es autor del poemario Luzbel (1955); del libro de cuentos Los Inocentes (1961); de las novelas En octubre no hay milagros (1965), El escarabajo y el hombre (1970), En busca de Aladino (1993), Los eunucos inmortales (1995); y del libro de relatos El goce de la piel (2005). En gira por Europa el escritor nos habla de temas que en el Perú se entrelazan: literatura, política y poder.
El otrora poeta maldito, Leopoldo María Panero (Madrid, 1948), participó en marzo del 2008 en un recital poético que formó parte del programa cultural –con poesía, teatro, danza, canto y video– que acompañaba la exposición de la única falla* a base de cristal –y no del tradicional material combustible– llevada a cabo en el Palacio Ducal de los Borja durante el último Festival de las Fallas 2008 en Gandía, Valencia. El controvertido personaje ofreció a lo largo de cinco veladas nocturnas –encerrado en una jaula de más de trescientos siglos de antigüedad, como parte del montaje artístico– una lectura de sus poemas, así como la exposición de muchas de sus últimas obsesiones. Por fortuna, –gracias a que formé parte de los invitados participantes del programa cultural– , pude estar cerca de él en esos días, durante los cuales, y de a pocos, accedió amablemente a intercambiar ideas y conversar un poco, haciendo derroche de malditez, locura y poesía.
* Falla: conjunto de figuras, de madera o cartón, de carácter burlesco, que, dispuestas sobre un tablado, son incineradas públicamente en Valencia, por las fiestas de San José.
<< Escritora y poeta Ofelia Huamanchumo de la Cuba. Constatamos que ahora tiene un bello título bajo el brazo, Elixires de Exilio (Berlín, 2016), ¿dónde y en qué circunstancias se han fraguado estos poemas? Estos poemas se estuvieron gestando desde hacía un par de años, cuando publiqué unas décimas en plaqueta, Decires de una escritora inmigrante —que he reeditado ahora para la lectura en Barcelona— en las que la voz poética ya mostraba ese dolor por la lengua materna desplazada a causa de una especie de exilio voluntario en tierras de lengua extranjera. Luego salieron otras ideas que me llevaron a repensar las causas por las que el dolor lingüístico de esa voz poética se hacía llevadero en tierras extrañas, hasta descubrir —o hasta ocurrírseme— que esa ‘creadora de la palabra bella’ podría haber caído sin querer en las trampas de Cupido. >>
<< La filóloga peruana, Ofelia Huamanchumo la Cuba (Lima, 1971), radicada en Alemania, acaba de publicar en su ciudad natal la novela corta Por el Arte de los Quipus (Vagón Azul Editores, 2013), cuya trama central gira en torno a las peripecias que pasan dos filólogos, un peruano y una española que están de paso por el Perú en el verano de 2011, mientras siguen las pistas de un manuscrito colonial que descifraría el misterio del sistema de comunicación prehispánico de los quipus: un ‘Arte de los Quipus’, fechado en 1574. La entretenida historia es un pretexto para hablar en voz alta sobre una polémica nacional que aún no se ha cerrado: el tráfico de patrimonio documental y libresco de las bibliotecas y archivos peruanos.>>
[1] ALCIDES BENAVENTE (Cusco, Peru, 1976) Periodista y redactor de la RADIO ORANGE de Viena. Máster en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Viena, y Economista. Presidente del Centro Académico y Cultural Latinoamericano en Austria.
Ofelia Huamanchumo la Cuba (Lima, 1971) ha publicado en julio de este año la novela corta Por el Arte de los Quipus, bajo un joven sello editorial (Vagón Azul Editores) de su ciudad natal. La autora, radicada en Alemania, teje en su ópera prima una entretenida historia sobre las peripecias que pasan dos filólogos, un peruano y una española, de paso por el Perú, mientras van tras las pistas de un manuscrito colonial que descifraría el misterio del sistema de comunicación prehispánico de los quipus. Se interponen en el camino la pasión y la locura, pero también las mafias, temas polémicos sobre los que la escritora y docente universitaria ha accedido a conversar.
Con tu novela Por el Arte de los Quipus inauguras un tema en la literatura actual peruana asociado al género que está de moda, conocido como ‘de aventuras bibliófilas’. Lo que llama la atención es que no sigues la tradición de ir por el camino de la novela histórica que se remite a recrear tramos paralelos al pasado historiográfico conocido, o rellenar vacíos, sino que tú tocas más que todo acontecimientos actuales, a manera de denuncia, como es el tema del robo de libros y manuscritos antiguos de instituciones en el Perú. ¿Qué te llevó a ello? En realidad esta novela era inicialmente otra historia, que nunca pude desarrollar: la de unos coleccionistas de estampillas, y estaba tejida en torno a las mafias de vendedores de sellos postales falsificados que alguna vez rondaron por la feria dominical de filatelistas que se llevaba a cabo en el patio del Correo Central de Lima. Ese esbozo de novela, que algunos amigos míos leyeron, durmió por mucho tiempo hasta que en el año 2011, cuando yo tenía preparado un viaje de investigación a Lima, un día antes de mi vuelo, a finales de febrero, el director de la Biblioteca Nacional del Perú anunció en comunicado público oficial el cierre de la institución debido a los robos habidos, y por inventarios, etc. Yo no pude cancelar el viaje y entonces con el tiempo que ya no necesitaba para pasarme el mes entero en bibliotecas y archivos limeños decidí sentarme a escribir la novela sobre libros perdidos o perseguidos, con la esperanza de hacer más bulla en torno a ese problema, pero de una manera amena y entretenida, sin tedios ni discursos moralistas como los que le siguieron a la campaña en favor de la recuperación de los libros robados. A mí me llamaba la atención que se conminara a devolver los libros robados a la innumerable masa de peruanos, que seguro que ni en su décima parte había pisado alguna vez la Biblioteca Nacional. Lo que tenía que haberse hecho, aunque pareciera una empresa descomunal, era sacar las listas con número finito de trabajadores, o investigadores, que habían podido tener acceso a los libros que se buscaba y preguntarles primero a ellos dónde creían que podrían estar los libros perdidos; sin ánimo de ofender, claro.
Para ti las mafias que trafican con incunables, documentos de archivos y otros tesoros bibliográficos estarían más relacionadas entonces con personajes con cierto poder en la sociedad peruana: catedráticos, investigadores, religiosos de altos cargos, incluso creas una figura de un candidato a congresista y de un falsificador de documentos que deambula por los pasillos de los Ministerios. ¿Te inventas de la nada esas personalidades o piensas en figuras públicas concretas con nombre y apellido? Es una mezcla de todo, basándome en anécdotas o historias raras, escuchadas en alguna reunión, o leídas en noticias en la prensa; en todo caso, material que mi fantasía ha inflado, escogidas a dedo porque si el río suena es porque piedras trae. Hace un año o poco más, en la prensa, por ejemplo, cuando yo ya había casi terminado mi novela, apareció una noticia sobre un peruano en Lima que vendía títulos nobiliarios ingleses falsificados, lo cual me causó más que asombro mucha gracia de pensar en los ingenuos compradores. También es por todos conocido el caso de la catedrática italiana que presentó como primicia el hallazgo de unos manuscritos de aparente autoría del jesuita Blas Valera al mundo entero y puso de un plumazo en duda varios tomos de la Historia del Perú, armando una alborotada polémica entre los historiadores más serios.
A lo largo de la trama novelesca se mencionan, sin embargo, hechos concretos con fechas y lugares que se pueden cotejar con la realidad histórica y actual peruana. Frente a ello en el preámbulo de la novela anuncias que cualquier coincidencia no será casual ni premeditada, sino inevitable. ¿Ha sido así realmente? ¿Por qué? Es cierto que en la novela se mencionan acontecimientos concretos con fecha y lugar, y que tienen un correlato verificable en la realidad. Lo peculiar es que se presentan recontextualizados en otras circunstancias, fruto de mi fantasía. Es una manera borgeana de impostura pero no de personajes, sino de los marcos circunstanciales en los que aparecen ciertos sucesos acaecidos de verdad, por ejemplo, el incendio de la Iglesia de Nuestra Señora de la Soledad, el robo de unos mapamundis de la Biblioteca Nacional de Madrid, el comunicado del director de la Biblioteca Nacional del Perú, el robo de pinturas coloniales de muchas iglesias en Arequipa o Cusco, etc. Y bueno, es inevitable su referencia porque para hablar de la mafia del comercio de libros y patrimonio cultural en el Perú, aunque fuera dentro de una historia de ciencia ficción, no se podría evitar tener que mencionar a la Biblioteca Nacional, a las Iglesias virreinales, a leyes y dictámenes judiciales ‘arreglados’, etc. Con todo ello, yo en mi novela denuncio de una manera sutil y solapada, y no he arremetido contra alguien o algo en concreto con la osadía a la que llegó el gran Heinrich Böll en su novelita El honor perdido de Katharina Blum, cuya advertencia cito en la mía.
En tu historia, al igual que en la que has mencionado de Böll, presentas la trama en una línea continua que narra una crónica, y das saltos en el tiempo para atrás, e incluso al igual que el autor alemán pones la voz de la presunta asesina en estilo directo. ¿Cuánta influencia hay de esa novela del escritor alemán que mencionas en la tuya? No sé; pero sí es verdad que le seguí los pasos en cuanto al tema de mostrar la enorme influencia que la prensa puede llegar a tener sobre la opinión pública, al punto tal que muchas gobiernos asentados en ciertas democracias de papel latinoamericanas la usan para ejercer su poder, crear cortinas de humo, crear simpatías con ciertos personajes o tendencias, etc. Y ahora yo he tenido un instrumento más fácil para colocar la voz en estilo directo de la protagonista, a través de un blog con el que ella se dirige desde la cárcel —cosa que vemos que realmente ocurre en la realidad del Perú— a la opinión pública e incluso logra un grupo de seguidores de su caso.
Por otro lado, y para terminar con las conexiones con Böll, tú ironizas en torno a la prensa amarilla, pero extendiéndote hasta el periodismo radial y televisivo ¿Qué opinión tienes de la prensa peruana actual? El poco acceso que tengo a la prensa peruana desde donde vivo es a través de internet. En principio no veo noticieros de TV peruana por Internet ni cable, a lo mucho repaso a diario los titulares de los periódicos que tengan versión online, de todas las ciudades. A diferencia de leer los periódicos impresos, en estos se agregan los comentarios anónimos de los lectores. Yo sólo podría opinar sobre estas fuentes y me parece que lo primero que salta a la vista no es tanto el modo como se ofrecen las noticias, sino los temas, que dan muy poco espacio a la promoción de la cultura y demasiado protagonismo a las noticias de robos, asaltos, asesinatos, etc., y otros delitos del hampa por las calles, como si eso fuera el único acontecer delincuencial peruano; y se deja de lado el silencioso robo que poco a poco va ocurriendo en restos arqueológicos abandonados, en capillas coloniales de lugares alejados de la capital, donde desaparecen cerámicas, óleos de incalculable valor, manuscritos viejos, libros antiguos, etc.
… Como el Arte de los Quipus, ¿por ejemplo?, que lo fechas en tiempos coloniales. [risas…] Bueno, ese libro me lo he inventado yo, no existe, pero creo firmemente en que debe haber existido en esos años y que alguien se lo robó y lo escondió en algún lugar, o fue incinerado en alguna hoguera inquisitorial, o quizás esté escondido en el Vaticano y alguien dentro de algunos años lo va a sacar a la luz cuando lo encuentre en el basurero de una biblioteca o de una iglesia [risas…]. En la época de la colonia hubo un fructífera producción de libros que se elaboraron con el afán de registrar usos y gramáticas de las nuevas lenguas que los religiosos que llegaban a América iban pretendiendo describir sistemáticamente; a dichos libros se les llamaba Gramática, o el otro título que se usó mucho fue el de Arte, por ejemplo, en el Perú los más conocidos son, entre otros incunables, la Gramatica o arte de la lengua general de los indios de los reinos del Perú de Domingo de Santo Tomás (1560), o la Gramática y arte nueva de la lengua general de todo el Perú, llamada Lengua Quichua, o Lengua del Inca, de Holguín (1607), o el Arte de la lengua yunga (1644) de Fernando de la Carrera.
¿De qué trata tu incunable Arte de los Quipus? ¿Cómo nació? En la historia que cuenta la novela el Arte de los Quipus (que fecho en 1574) se presenta como un codex, o un manuscrito que nunca se llega a imprimir, por lo tanto no es un incunable en sentido lato, porque para pasar por la imprenta hubiese tenido que contar con la autorización de la Iglesia, lo cual hubiese sido riesgoso para el autor, pues se hubiese tenido que exponer a una negativa y hasta una confiscación de su obra; quiero decir, …si fantaseamos un poco en torno a la existencia de religiosos extremistas que buscaban ahogar entre los fieles ciertas costumbres prehispánicas que pudieran considerarse idolátricas. Obviamente si es un Arte tenía que haber tratado de la descripción del ‘idioma de los quipus’, por pintarlo muy sencillamente, o sea, era un libro que explicaba las formas de elaborar y decodificar los nudos que servían para todo un sistema de comunicación.
¿Por qué escogiste el tema de los quipus como objeto central de tu novela en ese género, entre policial y novela negra? ¿Nostalgia por el Perú? En realidad, el libro que me invento y titulo Arte de los Quipus, que aparece en la novela, ‘nació’ —como me preguntaste antes— de una frustración personal, de una resignación frente a la imposibilidad de ir más allá en las investigaciones en torno a los quipus. Eso me llevó a tocar el tema de los quipus simplemente. Se ha escrito mucho en torno a los quipus en estudios serios, y pero también en otros que sólo parecen serios, se ha especulado a diestra y siniestra, y creo que ni siquiera el hallazgo de una cosa como una piedra de roseta nos ayudaría a descifrar su misterio. Creo que sólo el hallazgo de un libro, algo así como un Arte de los Quipus, que alguien escribiera en los primeros años de la colonia nos llevaría a algo. Ese libro alguien lo tiene que haber escrito, mi intuición de lectora, pasional y concienzuda, de crónicas, gramáticas, confesionarios, memorias geográficas, libros de viaje, etc, de la época, pero también de documentos judiciales y de la administración colonial, me llevan a pensar que algo así tuvo que haberse escrito. Algún día se encontrará ese manuscrito [risas…]. Ése es mi sueño loco. Y, bueno, la ciudad de Múnich es el marco perfecto para escribir en esos géneros, a diario la ciudad ofrece conferencias y lecturas de autores del género policial, hay librerías especializadas en el género Krimi, se ruedan series policiales para la tele por sus calles, en sus barrios viven autores famosos del género, en fin, hay ambiente suficiente para inspirarse sin muchas nostalgias, sino con los pies bien puestos en la realidad. Y quiero decir en la ‘realidad literaria’ porque Múnich es una de las ciudades más seguras y con menor porcentaje de delincuencia en Alemania, casi un paraíso.
Ofelia Huamanchumo la Cuba (Lima, 1971) ha publicado un estudio monográfico, Magia y fantasía en la obra de Manuel Scorza. Hacia una reflexión estructural de La guerra silenciosa (2008). Se trata de un libro pensado para invitar al debate a los estudiantes de literatura y está dedicado a Manuel Scorza —renovador de la conocida corriente literaria peruana del ‘indigenismo’ de los años 50— como homenaje a su vida, que dedicó a la actividad literaria en gran parte desde el exilio. La autora, radicada en Alemania, nos comenta su visión sobre diversos temas relacionados con la obra scorziana: literatura, exilio, política, compromiso.
¿Cuándo y cómo nace tu interés hacia la obra de Manuel Scorza? A raíz de su muerte, en noviembre de 1983. Cuando la noticia del accidente aéreo se hizo pública llegó a mis manos Redoble por Rancas, y quedé fascinada ante el primer capítulo. Mis padres habían estado en Cerro de Pasco por los años sesenta, participando en el programa de Reforma Agraria auspiciado por el gobierno militar de entonces, poco después de las masacres ocurridas que Scorza toma de base para sus historias, y por eso lo recordaron en esos días de su fallecimiento contando anécdotas de esa experiencia y rebuscando su obra en nuestra biblioteca. Hasta aquel entonces, los cuentos de tema indigenista me parecían de lo más cansados y serios. En general, me gustaba leer de todo, menos Ciro Alegría, Clorinda Matto, Arguedas. Eso era para mí como ponerse a ver cuadros aburridos de vidas tristes de los pueblos serranos del Perú. Yo había viajado por la sierra con mis padres en plan de paseo, tenía otra visión de las cosas: ir hasta Ticlio en el auto era divertido, mirar la chimenea más alta del mundo en La Oroya y comprar ollitas de barro en la feria de Huancayo.
¿Cuándo te contagia Scorza su conciencia por el problema de los más relegados del Perú? ¿Fue la lectura de La guerra silenciosa? Bueno, a la muerte de Scorza me enteré del motivo central que había movido siempre su vida y su obra, desde sus poemas de Canto a los mineros de Bolivia, por ejemplo, hasta las novelas que ya conocemos. Su bellísima poesía social y después el humor negro con que Scorza cuenta las tragedias de las maltratos de los campesinos y mineros en la sierra peruana fue lo que me cautivó, me hizo llorar de risa, primero, y de pena, después; porque además coincidió en esos años con otros cuadros que descubrí en la realidad cotidiana de mi vida, cuando regresaba del colegio y leía en el auto a Scorza, en los semáforos rojos de la Javier Prado se ponían los mineros recién llegados a Lima a vender alfajores con cartelitos de reclamos por pagos incumplidos colgados al pecho, «de la mina tal, del centro minero cual». Esos eran como cuadros vivos que te hacían ‘clic’ en la cabeza y te empezabas a preguntar cosas.
¿Qué te preguntabas? Ninguna pregunta del tipo de si el Perú era ‘una promesa o una posibilidad’. En esos años yo cursaba la secundaria. A los adolescentes peruanos les gusta por lo general otras cosas. En principio la obra de Scorza me fascinó por su lenguaje ameno, de buen fabulador, como de quien te cuenta algo bien serio con mucho humor, como un Benigni filmando el holocausto nazi. Pero ahí quedó el asunto. Fueron muchos años después cuando valoraré con seriedad su novelas desde el punto de vista de la crítica literaria y como ejemplo de un escritor auténtico, que dedica todo su arte para una obra de bien: sacar del silencio aquellas anécdotas borrascosas que la prensa y el poder habían silenciado en su momento sobre la matanza de mineros y campesinos en la sierra central peruana de los años 60, y que fueron destapadas también por el periodista César Hildebrandt diez años más tarde, a raíz de unas cartas que Scorza enviara a la prensa en tono de reclamo.
¿Y cómo entonces tomas conciencia seria de la protesta scorziana? Por la forma como Scorza nos acerca a la tragedia de los campesinos y mineros, con el buen tratamiento de la magia y la fantasía de las historias que cuenta, que es lo digno de resaltarse, pues logra sensibilizar al más indiferente de los peruanos, o de los ciudadanos del mundo. Pero cuando yo inicié mis estudios de Letras en la Católica de Lima, mis intereses literarios eran otros, me gustaba mucho y casi exclusivamente el Siglo de Oro español y leía mucha literatura alemana en la biblioteca del Goethe Institut. Tengo además poco espíritu de luchadora social en masa, jamás fui a ninguna marcha de nada, a las que sí veía que iban mis colegas de la universidad, como quien va a una reunión social, parece que había que dejar bien claro en esos años que uno era de la élite intelectual democrática. Me acuerdo que era casi como un estatus ir a las marchas de Alejandro Toledo. A mí no me importaban las marchas, y yo lo decía además en voz alta y perdí ‘amigos’ por ello. Yo soy más del tipo ratón de biblioteca, me gusta leer, y escribir sería mi única forma de alzar alguna protesta, me dan miedo las multitudes.
¿Qué protestas políticas has publicado, por ejemplo? Bueno, protestas tipo panfleto político: ninguna. Sólo saqué por los años 90 un boletín literario, Café con Letra, donde en la columna editorial escribía sobre lo que me inspiraba el mundillo literario limeño que yo frecuentaba en esa época: la falta de una política seria contra la piratería de libros, la falta de interés por motivar la lectura a través de bibliotecas públicas, el exilio acelerado de mucha promesas de la literatura, etc. Me acuerdo que dediqué un número a criticar a los poetas por la paz, por la democracia, por la dictadura, por la justicia total, etc., los puse a todos en un mismo saco de poetas panfletarios, creo, todo porque hacia fines de los 90 hubo una ola de recitales literarios en Lima y yo no veía, como no veo ahora, ningún ‘canto general’ ni ningún ‘aparta de mí este cáliz’ que quedara de esos años. Quizá valió el intento, fue política y moralmente correcto para algunos poetas y escritores participar en esos recitales.
¿Y tu libro no es parte de esas publicaciones de protesta política? Por supuesto que no, pues se trata de la publicación de una tesis de investigación literaria que va dirigida sobre todo a los profesores o estudiantes de literatura, o a los lectores de Scorza, para invitarlos al debate. En el Perú se publica muy poco ensayo y mucho menos las tesis, a lo mucho éstas se prestan a lectura en sala en las bibliotecas universitarias, como si fuesen grandes misterios. Yo creo que es cuando hago mi tesis de postgrado aquí en Alemania sobre La guerra silenciosa, e investigo todo el contexto social, político, artístico, etc. en que Manuel Scorza escribe su obra y la publica, ahí es cuando, en la distancia del exilio, se me abren muchas preguntas más sobre el Perú, y el Perú empieza a dolerme de otra forma.
¿De qué forma? Bueno, mis padres siempre me habían educado, con su ejemplo de vida, con cierta conciencia social por el prójimo. Mi madre dedicó toda su carrera profesional de asistencia social a luchar por la dignidad de la gentes de los pueblos jóvenes que en los años 70 se formaban a mucha velocidad en el cono sur y norte de Lima. Y mi padre, como ingeniero agrónomo, participó también toda su vida en programas de apoyo al campesino, sobre todo en la selva con los cultivos alternativos al ilegal de la hoja de coca, y publicó también sobre ello, desmitificando falsas creencias y criticando objetivamente la política agrícola de los gobiernos de turno. En la distancia comprendí entonces que había un tipo de compromiso ético al que tenía que sumarse cualquiera que se sintiera no patrioteramente peruano, sino simplemente humano en cualquiera que fuese su actividad profesional. Entonces, por eso yo también me decidí a publicar un artículo en la revista QUEHACER en el 2003 para hacerles recordar a todos la obra y el mérito de Scorza en su oficio de escritor, que coincidía con el aniversario de los veinte años de su muerte y de la matanza de Uchuraccay. Yo llevaba recién tres años viviendo entre Lima y Alemania y me parecía que por todas partes se publicaba mucho sobre el terrorismo, pero en un mismo tono sordo y llorón, sin nadie hacerse la pregunta esencial que era la de los motivos por los que había surgido ese fenómeno en nuestra sociedad. Eso era lo que me llamaba la atención.
¿Crees entonces que la literatura o el ensayo pueden ser armas de protesta social? Toda palabra puede ser un arma, incluso de doble filo. Hay de los que hacen del uso de la palabra un ejemplo admirable, pero también hay charlatanes y demagogos. Es difícil llevar la verdad en los labios. Sin ir muy lejos, a la Comisión de la Verdad le ha costado esfuerzo. Muchos ‘sólo políticamente culpables’ al final y poco de la discusión sobre el origen del asunto. Lo mismo con los deseados polémicos museos de la memoria. Memoria de las consecuencias del flagelo terrorista, de los asesinos, de los paramilitares, de las violadas, de los desaparecidos, de los soplones, de los arrepentidos. Pero quién se ocupa del recuento de las causas… Me niego a creer que las causas del surgimiento del terrorismo se hallen en los genes o en la innata mala suerte de los relegados del Perú.
¿Crees que La guerra silenciosa, o la obra scorziana en general, puede seguir teniendo vigencia en el Perú? Creo que La guerra silenciosa podría enumerarse entre los clásicos de la literatura peruana del siglo XX, no tanto porque si el problema de los campesinos, los mineros y sus tierras parece no haberse desterrado en el Perú, sino por ser un modelo de literatura comprometida, no en el sentido de haber sido escrita con una ideología política específica de su autor, sino por ser ejemplo del compromiso de un escritor con su tarea y su oficio para el que vino al mundo: escribir, decir, no callar. Toda obra literaria es un compromiso estético y social del escritor consigo mismo y con su entorno, como se ve en el libro, muy tierno y humano, con notas y poemas sobre la vida y los sueños del gran escritor, que el año pasado la señora Hoylle, viuda de Scorza, publicó. Yo, por mi parte, he divulgado en conferencias y veladas literarias La guerra silenciosa a través de galerías fotográficas y la lectura de fragmentos de las novelas, pues creo que lo que vale es acercar al lector al goce estético mismo de la lectura, más que discursear sobre las consecuencias que esa lectura pueda despertar, que es algo que queda en el nivel individual del lector. Lo que me apena todavía es el hecho de no poder divulgar más la obra poética de Scorza, pero en ello se trata de un problema de los derechos de autor que hasta hoy no se ha resuelto, y por lo cual han quedado bloqueadas hasta reediciones en imprenta y algunos otros proyectos de reediciones en el extranjero. ¡Una verdadera pena tamaño ensañado silenciamiento!
<< La filóloga y escritora Ofelia Huamanchumo de la Cuba (Lima, 1971) realizó la presentación de su ópera primaPor el Arte de los Quipus (Lima: Vagón Azul Editores, 2013, pp. 154) en el coloquio literario organizado en febrero de este año por el Consulado General del Perú en Milán. La autora peruana, radicada en Múnich, Alemania, ha publicado ensayos, cuentos, plaquetas de poesía, traducción literaria y crítica cultural en diversas revistas del Perú y España. Además son suyos los ensayos: Magia y fantasía en la obra de Manuel Scorza. Hacia una reflexión estructural de La guerra silenciosa (Lima, 2008, pp. 168) y Encomiendas y Cristianización. Estudio de documentos jurídicos y administrativos del Perú. Siglo XVI (Piura, 2013, pp. 213).
Por el Arte de los Quipus se presentó en la Casa de la Literatura Peruana en agosto del año pasado en Lima. Desde esa fecha hasta el día de hoy la curiosa novela se ha exhibido en ferias de libros de su país (la Internacional de Lima, la de Arequipa, la de Ate, etc.) y ha continuado en gira de presentaciones con la participación de la escritora en ciudades europeas (Colonia, Regensburg, Viena, Eichstätt, Nürnberg, Berlín) hasta llegar a nuestra ciudad de Milán. Las conferencias y lecturas han sido auspiciadas por diversas instituciones educativas y culturales para un receptor muy variado que ha mostrado especial interés: estudiantes universitarios y críticos académicos, lectores de español como segunda lengua y público en general.>>
Publicado enFUSIÓN – Periódico Latino-Milanese, Anno 4, n. 13.